sábado, 3 de mayo de 2008

Ser padres y no morir en el intento

Desde hace unos cuantos años se viene discutiendo sobre qué siginifica ser padres, cuál es su tarea y si los hijos sirven para algo. En eso estaba yo, leyendo los pocos libros de la sección Maternidad que no hablan de los 300.000 nombres para bebés que existen, tratando de hallar la respuesta...
El primer libro, sobre cómo criar hijos ateos, iluminaba a los padres sobre las bondades de criar hijos sin mentiras, sin premios ni castigos; sólo amor. Y me parece muy bien que se ame a los hijos, pero creo que ese método de "dar, no importa qué" es demasiada permisividad.

Y recordaba mi infancia... maldita la hora en que mi papá le permitió a mi mamá comprarse un cinto!! Junto a mis otras dos hermanas, como todos los niños en su niñez, nos gustaba jugar. Todo el dia, no importaba la hora, ni si eran fechas festivas o feriados, o dias de descanso. A los niños les gusta jugar, todos lo saben.
Pero mi mamá no lo entendía así, y todas las tardes nos obligaba a dormir la siesta. Sólo porque ella tenia sueño. ¡Pero nosotras no! No importaba cuánto imploremos, ahi estabamos, encerradas en nuestra habitación, acostadas, mirando el techo; esperando el momento en que ella se duerma para escapar por la ventana. Por supuesto que nunca teniamos suerte, ella no dormía!! ¿Puede alguien creer semejante ironía? Si señores, nos hacía dormir sólo para tenernos quietas y calladas, pero ella nunca se dormia.
Cuando eramos encontradas in fraganti escapando, llegaba el momento. Aparecía a los gritos con el cinturón en la mano y, una a una, nos daba nuestro escarmiento. No hace falta decir que volviamos a acostarnos.
Varias veces logramos huir sin ser descubiertas; pero un dia, después de un buen rato de jugar tranquilas y en silencio -dentro de lo que cabe- en la pileta... apareció, más enojada que nunca. Ignoro si había discutido con alguien o mi papá no le había dado sexo, pero estaba increíblemente inspirada. Nos hizo parar una detrás de la otra, en fila; y luego de hacer que nos bajemos la bombacha entre nosotras, darnos un beso en las nalgas. ¡Maldita sádica! Por supuesto que ninguna lo hizo, y el castigo fue sólo un cinturonazo más fuerte de lo habitual.

Así perdí tantas horas de mi infancia, sufriendo y odiando a mi mamá pero, ¿alguna vez se me ocurrió decirle algo? ¿Reprocharle su nulo conocimiento sobre maternidad? ¡Jamás! Le tenía terror a mi mamá, y era mucho peor con mi papá, aunque él ni siquiera nos pegaba. No sé por qué, probablemente ahora los mandaría al diablo a los dos juntos, ¡y eso mismo piensan los niños! Con 2, 3, 4 años insultando a sus padres, golpeandolos y tirandoles cosas... ¿¿cómo llegamos a esto??
Pues, una vez más, yo sé la respuesta. ¡Porque a los padres les importa un pepino lo que hagan sus niños! Mientras puedan hacer sus cosas tranquilos, no importa. Y así luego tenemos chicos que apuñalan a sus maestros por reprobarlos o retarlos. Como yo promuevo la igualdad de condiciones, creo que la misma impunidad deberían tener los maestros para matarlos -en sentido figurado- a reglazos cuando no cumplen con el respeto debido. Y a sus padres atarlos en las plazas centrales y azotarlos delante de todo el que quiera ver el espectáculo; para que aprendan que ser padres no es sólo consecuencia de una noche calenturienta. No señores, si queremos responsabilidad en los niños, debemos pedir primero responsabilidad de los padres.

Si, fui golpeada por mis papás cuando niña, y estoy agradecida por eso.
Seguramente a mis niñas les haré lo mismo cuando lo merezcan, porque esa... esa es la única forma de criar niños decentes.

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